Homeopatía Alquiza Salud

Gránulos homeopáticos
Foto cortesía de IBERHOME

La homeopatía opera estimulando los mecanismos de defensa naturales del organismo, es decir, los remedios homeopáticos no curan, solo estimulan su sistema inmunológico para combatir aquella afección que el propio organismo no es capaz de curar. La homeopatía participa en el proceso de la enfermedad, estimulando la capacidad del organismo para que éste se mantenga en el estado de salud. Tenemos, por tanto, un sistema de salud equilibrado que cuando es perturbado, el dinamismo vital cae en un estado de enfermedad (afectado por agentes hostiles de naturaleza dinámica); pero cuando éste es estimulado, conduce de nuevo al estado de salud.

Lo que obra tanto para el experimentador (durante la experimentación pura), como para el enfermo, es la energía de la medicina, el efecto dinámico de los medicamentos homeopáticos.

Los síntomas son el reflejo del desequilibrio dinámico de la fuerza vital, del dinamismo mórbido. Los síntomas de la enfermedad no son más que los intentos que hace el organismo por curarse de una afección, manifestaciones materiales de los trastornos; y estos síntomas son los que el homeópata necesita para trabajar. Estos síntomas son respetados, son mimados en la medicina homeopática, en contraste a cómo canaliza estas señales la medicina convencional, donde estos mismos síntomas son observados como trastornos que hay que eliminar y, con ello, llega la supresión, que a la vez puede conllevar a otra afección más difícil de localizar. Cuando aparecen es porque el mecanismo de defensa del organismo se ha puesto en funcionamiento ante un estímulo mórbido, que es una amenaza para el bienestar del paciente; y cuando aparecen es el indicativo de que se está produciendo una “lucha” interna, y según sea la vitalidad del paciente, en más o menos tiempo, y en el mejor de los casos, lograr vencerla. La Homeopatía ayuda en las “líneas defensivas” potenciando, o estimulando, a los “soldaditos” para poder derrotar al enemigo y restablecer así el estado de salud. Curar, por lo tanto, no es eliminar los síntomas por los cuales el paciente viene a la consulta; curar es liberar la fuerza vital y que ésta actúe.

Qué bien define Hahnemann, en el parágrafo 201 de su sexta edición del Organon, el comportamiento de la enfermedad en nuestro organismo, y la necesidad de entrar en nuestras vidas la homeopatía: “Es evidente que la fuerza vital abrumada por una enfermedad crónica en la que no puede triunfar por su propia energía instintivamente, adopta el plan de desarrollar una afección local en alguna parte externa con el objeto de que haciendo y manteniendo enferma esta parte que no es indispensable para la vida, pueda acallar de este modo la enfermedad interna, que por otra parte amenaza destruir los órganos vitales (y quitar la vida al paciente) y de esta manera, por decirlo así, como si la sacara de allá. La existencia de la afección local acalla así, por algún tiempo, la enfermedad interna, aunque sin poderla curar o disminuir materialmente…Pero (como se ha dicho) por medio de este síntoma local que acalla la enfermedad interna, la fuerza vital no puede hasta aquí, disminuir o curar toda la enfermedad; ésta al contrario, continúa a despecho de ella, aumentando gradualmente y la Naturaleza se ve obligada a aumentar y a agravar, cada vez más el síntoma local, para que pueda bastar como sustituto de la enfermedad interna aumentada y la pueda mantener todavía bajo su dominio…”. En el parágrafo 202 nos dice cómo se desarrolla entonces la enfermedad: “Si el médico de la Antigua Escuela destruye el síntoma local con la aplicación de un remedio externo, en la creencia que de esta manera cura la enfermedad toda, la Naturaleza se indemniza de su pérdida excitando la afección interna y los otros síntomas que previamente existían en estado latente junto con la afección local; es decir, aumenta la enfermedad interna…”.

Todos los remedios homeopáticos son dinámicos, es decir, presentan una determinada frecuencia vibracional. Una enfermedad es también dinámica, y el organismo es energía; así pues, para que el paciente recobre la salud, la enfermedad debe ser atacada también de forma dinámica para que surja efecto. Es así como el homeópata tiene el arduo trabajo de encontrar aquel remedio homeopático cuya frecuencia vibracional armonice lo más semejante posible con el de la enfermedad del paciente.

La curación se basa en el principio de “lo similar cura lo similar”. La sustancia que es capaz de generar una enfermedad, también será capaz de curarla.

Para entender cómo actúa el medicamento homeopático, vamos a trazar un paralelismo entre las ecuaciones matemáticas y la homeopatía. En las ecuaciones matemáticas cualquier valor positivo (+) multiplicado por cualquier valor negativo (-) dará como resultado un valor negativo (-). En cambio, cualquier valor, sea positivo o negativo, multiplicado por cualquier valor del mismo signo el resultado será positivo. ¿Esto cómo lo podemos “traducir” para el caso de la homeopatía? Vamos a fijarnos en las siguientes secuencias y en sus signos matemáticos:

como actua la homeopatia

Secuencia 1: Decimos que una persona sana (+) que toma medicación homeopática (-) el resultado, al igual que en las ecuaciones matemáticas, será negativo, es decir, la persona enferma.

Debo aclarar un concepto importantísimo sobre los medicamentos homeopáticos, y es que, tanto la medicina alopática como la homeopática, son consideradas “destructivas” (de ahí el signo negativo, excepto algunos medicamentos isoterápicos); a diferencia de la alimentación, que es constructiva. ¿Por qué se considera “destructiva” la medicina homeopática?, porque si a un ser viviente sano (sean plantas, animales o seres humanos) le administramos medicamentos homeopáticos, provocamos unos cambios no favorables en su economía, que es lo que ocurre en la “Secuencia 1”: si a un individuo sano (+) le hacemos tomar homeopatía (-), el resultado es negativo, es decir, la persona enferma (-). Consideramos, pues, que la “Secuencia 1” corresponde al proceso de la experimentación pura.

Secuencia 2: Según la ecuación matemática antes mencionada, negativo (-) por negativo (-) es positivo (+). Aquí, un individuo enfermo (-) al cual administramos homeopatía (-) el resultado es un individuo sano (+). Consideramos, pues, que la “Secuencia 2” corresponde al proceso de curación mediante la Ley de Similitud.

El medicamento homeopático (-) estimula a la persona enferma (-) su capacidad para curarse (+).

Si el paciente expresa lo característico del remedio, éste, por decirlo de alguna forma, tonifica el sistema inmunitario logrando poder llevar el estado mórbido del paciente al estado de salud, o, en su defecto, aliviar o paliar sus sufrimientos; por eso hay que insistir en la necesidad de que haya una correspondencia entre la individualidad morbosa y la individualidad medicamentosa, dos pilares de gran importancia de los principios homeopáticos.

Más sobre Homeopatía: