2) Individualidad Morbosa e Individualidad Medicamentosa.
3) Dosis Mínima.
4) Ley de Similitud.
5) Miasmas.
6) Experimentación Pura.
7) Ley de Curación (por el Dr. Hering).
La Homeopatía se fundamenta en la idea vitalista. El vitalismo, además de considerar al organismo como un ser animado dinámicamente por un principio vital (Fuerza o energía Vital), también considera dinámicos los estímulos que desequilibran el estado de salud, sean de naturaleza material o inmaterial (no sólo la enfermedad es dinámica sino también la causalidad).
La individualidad morbosa es el estado absoluto (de enfermedad) que representa a cada individuo, y que este estado mórbido se expresa a través de una semiología individual y peculiar que hace ser a cada paciente único. Este individuo, en su estado de enfermedad, necesita una substancia que haya provocado a una persona sana su mismo estado mórbido (Ley de Similitud). Y para llevar a este individuo de su estado de enfermedad al estado de salud, no hay otro camino fidedigno que la igualdad entre las dos individualidades (mórbida-medicamentosa). Y dicha substancia debe tomarse, según otro principio básico de la homeopatía, en “dosis mínima”, en una potencia adecuada en la dilución apropiada (CH, DH, K o LM), a fin de estimular la energía vital del enfermo y poner así en marcha su Vis Medicatrix Naturae.
Pero hay que tener en cuenta que no existen los cuadros puros, es decir, no todos los síntomas del enfermo (individualidad morbosa) se corresponden exactamente con los síntomas patognomónicos del medicamento (individualidad medicamentosa). La homeopatía utiliza el principio de la semejanza (Similia Similibus Curantur) como el ideal de curación, pero no hay principio para la correspondencia absoluta entre paciente-remedio.
Para que el organismo reaccione ante una dosis homeopática, ésta debe ser lo más pequeña posible; lo suficiente para activar los mecanismos de defensa (sistema inmunitario) y, por tanto, suficiente para llegar al estado de curación. Cuanto más diluida esté una cepa homeopática, más potente será el remedio homeopático.
Cuanto más diluida estén las sustancias, menos acción tóxica habrá en el remedio. Hay que recordar que muchas de las cepas homeopáticas son nocivas en grandes dosis, o incluso en pequeñas dosis si se toman de forma cruda: sustancias como venenos de serpiente, de plantas, los ácidos, etc. Para llegar a utilizar estos beneficiosos venenos, o sustancias nocivas, la materia prima se ha de diluir y dinamizar. Según el número de Avogadro, a partir de la dinamización 12CH y/o 24DH no se encuentra molécula activa de la sustancia original.
Es el principio en el cual se basa la Homeopatía. Este principio nos viene a decir que “lo similar cura lo similar” (Similia Similibus Curantur) o, lo que es lo mismo, una sustancia que provoque a una persona sana una serie de síntomas será capaz de curar los mismos síntomas a una persona enferma.
La particularidad de esta ley es que el remedio homeopático, la fuerza dinámica artificial, debe ser más fuerte que la fuerza dinámica de la enfermedad para que ésta sea eliminada. Solo los conocimientos y una amplia experiencia puede conseguir que no nos quedemos cortos (que la fuerza dinámica artificial sea de menor grado que el dinamismo mórbido, y, por lo tanto, se seguiría en el estado de enfermedad), o que no nos pasemos lo suficiente en la fuerza (que la fuerza dinámica artificial sea mucho mayor a la fuerza dinámica de la enfermedad y provoquemos una agravación).
Este principio se basa en que todas las enfermedades, todos los estados mórbidos, todos los estados patológicos, tanto agudos como crónicos, nacen de los miasmas. Los miasmas son estados constitucionales mórbidos heredados y que se transmiten de generación en generación. Hahnemann contemplaba tres posibles miasmas: la Psora (el gran miasma y del cual derivan los otros dos), la Psicosis y la Psífilis. Toda la raza humana padece como mínimo del miasma Psórico, aunque la gran mayoría posee más de un miasma.
Qué mejor manera de conocer los medicamentos homeopáticos que experimentando con ellos sobre individuos sanos, de diferentes edades y condición. Este es el principio de una verdad incuestionable.
El experimentador estará expuesto a la ingesta de una sustancia homeopática bajo la supervisión y control de un homeópata experto. Como el experimentador está “sano”, la patogenesia que le provoca el medicamento será recogida y clasificada para conformar la Materia Médica. La patogenesia es el conjunto de síntomas y signos que muestra el experimentador una vez el medicamento homeopático va haciendo efecto en el organismo aparentemente sano.
A más sensibilidad, o susceptibilidad, al medicamento homeopático del experimentador, más característicos y peculiares serán los síntomas y mejor definidos estarán.
Por muy diluidas que sean las preparaciones, hay pacientes hipersensibles (casos excepcionales) que son más complicados de tratar para el homeópata, en cambio, son magníficos experimentadores, ya que nos revelan, con gran nitidez, síntomas con cada medicamento homeopático (experimentación pura).
El Dr. Constantine Hering (1800-1880) enunció las leyes de curación en la terapéutica homeopática. Éstas consisten:
1) La curación va de dentro hacia fuera y de los órganos más vitales a los menos.-
2) La curación va de arriba hacia abajo.-
3) La curación de los síntomas se realiza en el orden inverso al de su aparición.-
Es decir, primero se curarán los últimos síntomas en aparecer, y sabremos que se está llegando al ideal de curación cuando aparecen sufrimientos pasados mal tratados.